viernes, 28 de febrero de 2025

Hace 80 años Perón hablaba en Tucumán.

 



DISCURSO EN LA PLAZA INDEPENDENCIA DE TUCUMAN ANTE UNA CONCENTRACION OBRERA Juan Domingo Perón [28 de Febrero de 1945]



Excelentísimo señor interventor de la provincia de Tucumán; señor Comandante de la quinta división de Ejército; señores Ministros y funcionarios; señoras, señores, trabajadores tucumanos: 

En primer término deseo hacer llegar a ustedes un afectuoso saludo del excelentísimo señor Presidente de la Nación quien por mi intermedio ha querido estar presente en esencia en esta reunión del músculo de Tucumán, a quien la Nación debe tanto por sus sacrificios.

Hay un camino en la República que tiene el simbolismo de la unión de todos los argentinos que nosotros propugnamos: es el camino que une Buenos Aires, que con su 25 de Mayo se convirtió en la cuna de la libertad, con Tucumán, que con su 9 de Julio se convirtió en la cuna de la independencia argentina. Nosotros considerarnos a esa unidad como indispensable para la salvación del país. Vivimos momentos duros como no lo han sido tanto a la largo de toda nuestra historia, pero hemos de salir adelante con la dignidad, con el valor y la decisión necesarias para lo cual necesitamos estar profunda y férreamente unidos como nos encontramos hoy la mayoría de la población argentina. Para ello es preciso que el más humilde de los argentinos se considere un diente indispensable de ese enorme engranaje que es la integridad total de nuestra Patria; pero es necesario también, para que esa unidad sea efectiva, que sacrifiquemos un poco de egoísmo para que en este país, como lo dije muchas veces, no haya hombres exageradamente ricos en perjuicio de otros exageradamente pobres, Para tener hombres decididos a defender la Patria, es necesario, en primer término, que esos hombres sean fuertes y amantes de esa patria, cuyo amor está generalmente en razón directa con la justicia que esa patria asegura para todos sus hijos. Por eso nos hemos puesto a la obra para realizar en nuestro país un trabajo indispensable, para que no pueda existir la desgracia de ver la miseria en medio de la opulencia.

Los soldados sabemos bien de nuestro pueblo; recibimos vuestros hijos y vuestros hermanos en los cuarteles, vivimos con ellos, conocemos sus penas, la desnutrición y las enfermedades de los niños que repercuten en el muchacho de 20 años; sabemos de su miseria inicial y queremos de una vez por todas poner remedio a esa miseria que no toleramos en el futuro cueste lo que cueste y se oponga quien se oponga. Queremos hombres fuertes y hombres sanos, queremos que vuestros niños aprendan a sonreír desde su niñez, queremos que en esta tierra donde el trabajo sobre no haya ningún hombre tan desgraciado que no pueda ganarse el pan con el sudor de su frente. Es natural que todo ello no lo podamos desarrollar en poco tiempo; la incuria y el abandono de cincuenta años mal podrían remediarse en el corto lapso de un año. Ustedes han demostrado poseer la confianza que les pedí inicialmente hace un año y veo nacer en las masas argentinas, una fe en lo que hemos de hacer que nos da todas las fuerzas que necesitamos para luchar hasta lograr nuestro propósito. 

Quiero dar cuenta al pueblo de Tucumán de nuestros planes, de la obra realizada y de la por realizar. En primer término, la Secretaría de Trabajo y Previsión ha buscado obtener en las masas argentinas el dominio y el desarrollo de principios éticos indispensables al trabajador, mediante le elevación de la cultura social, la dignificación del trabajo y la humanización del trabajo. Buscamos organizar el trabajo para que en esta tierra no vuelva jamás a ser una mercancía que se compra. El trabajo es una fuerza humana y ha de organizarse y administrarse como fuerza humana; no habrá en adelante fundamentos capciosos que puedan desvirtuar dentro de la masa trabajadora la mística que nosotros estamos inculcando para su bien y para asegurar su futuro. Para ello es necesario también, que la masa trabajadora comprenda su problema; debe organizarse gremialmente en sindicatos solidamente constituidos y seriamente dirigidos, para lo cual esos sindicatos deberán ser unidos y fuertes, bien disciplinados gremialmente y deben arrojar de su seno toda cuestión, política o ideológica que no esté de acuerdo con su bienestar obrero. La política dentro de un sindicato es una bomba de tiempo destinada destrozarlo cuando menos lo piense la clase trabajadora.

Hemos organizado ya la justicia del trabajador. Es indispensable que el trabajador tenga el fuero que lo defienda de la injusticia de los demás. Esa justicia comenzara ya a funcionar en el mes de junio en toda la Republica.

Hemos estructurado y estamos estructurando la organización de los salarios generales. Hemos de establecer un salario mínimo de cada uno de los gremios y para todos los trabajadores del país. Nadie podrá ya intentar en adelante, la explotación del hombre por el hombre sino que deberá retribuir el trabajo del hombre en forma humana y cristiana. Hemos estructurado totalmente la organización de las relaciones entre los trabajadores y sus patronos. Ya no será posible ni el abuso de los unos ni la prepotencia de los otros. Las finalidades de esa relación se alcanzan ahora en una mesa transaccional bajo el ojo vigilante de la Secretaría de Trabajo que no permite injusticias y que no tolera injusticias de ninguna naturaleza. Mil convenios colectivos hemos realizado en el año 1944; ellos serán la base de nuestro futuro código de trabajo; con él la garantía de la masa trabajadora está asegurada para siempre. 

En la previsión social ya está terminado el plan, que ha iniciado su ejecución para la construcción en el país de casas para obreros por cuatro millones de pesos. Pensamos en pocos años hacer desaparecer el conventillo y el rancho de toda la extensión de nuestra Patria.

En materia de seguros sociales, tenemos ya estructurado el Consejo Nacional de Previsión Social. El panorama del país era triste en cuanto a la previsión social, tenían jubilación sólo aquellos que habían ganado mucho dinero durante su vida, en tanto que los humildes y los trabajadores estaban desamparados totalmente de la previsión social del Estado. Un millón y medio de hombres hemos incorporado este año a la previsión social, con el Consejo aseguraremos el seguro integral de los trabajadores contra los riesgos profesionales y desterraremos el cuadro pavoroso de una vejez desamparada o de una invalidez sin asistencia social. Estamos sobre el camino de la mutualidad integral; en otras palabras, comenzaremos por el ahorro que es la asistencia individual de cada trabajador, continuaremos con la mutualidad, que es la asistencia del grupo, y terminaremos con la asistencia general del Estado que es la previsión social indispensable para la masa de los trabajadores.

Referente a Tucumán, el problema de la azúcar ha tenido una feliz solución; basta ahora que se ponga en cumplimiento el decreto del Poder Ejecutivo, y les aseguro que hemos de poner en movimiento todos los medios necesarios para que eso se cumpla irremisiblemente; no habrá remisos en el cumplimiento de este decreto porque lo hemos de imponer de cualquier manera. Yo pido a los genios, la comprensión necesaria para que ello se realices sin violencia de ninguna naturaleza. El ingenio es en esta tierra un producto del ferrocarril y de la protección del Estado; en consecuencia sus beneficios no han de ser todos para el ingenio sino que es indispensable que ellos aseguren la vida de las masas trabajadoras en esta región insalubre. La protección a la industria sólo se justifica cuando refluye sobre la masa que trabaja y se sacrifica. Se ha dicho que el régimen de trabajo de la industria azucarera argentina puede ser similar al de otros países; yo contesto a esto diciendo que en los demás países las industrias azucareras son industrias de negreros y aquí lo son de blancos y argentinos. 

Referente a las leyes de protección obrera, la ley 11.544 que se refiere al pago de las horas extras, la Secretaria de Trabajo tiene preparada una resolución por la cual se aclara que todo el personal de las fábricas de la industria azucarera tiene derecho al pago de las horas extras, reclama el cumplimiento del decreto N° 678, que aumenta el precio del azúcar y fija los salarios para todos los obreros que intervienen en la industria del azúcar con especialidad. Ese decreto no se discute; se cumplirá en todas sus partes. Ya han intervenido las fuerzas del capital y del trabajo en las conversaciones previas, de manera que sólo resta cumplirlo. Como complemento de una conquista más del decreto, se ha firmado ayer otro decreto, que leva el N° 4531, cuyo texto traigo aquí para que sea leído a ustedes desde este micrófono. 





Seguidamente el capitán Russo dio lectura de dicho decreto y continuando su exposición el coronel Perón agregó :

Sobre asistencia médica y social, la Junta Nacional del Azúcar, que está por constituirse administraros los fondos especialmente destinados a este objeto, por el decreto 678 con la denominación de "fondos especiales”.

Ahora, para nuestros amigos los ferroviarios deseo decirles que los ferrocarriles del Estado, tendrán, en marzo, el escalafón administrativo, y las retenciones ya han sido puestas en planillas para efectuar los pagos en el mes de abril.

Con respecto a subsidios, se ha ordenado la inversión de 250.000 pesos en concepto de subsidios para Tucumán. También traemos la orden para distribuir subsidios de beneficencia. Para ayuda escolar a la provincia de Tucumán, como asistencia social se ha ordenado la inversión de 240.000 pesos para comedores escolares y la suma de 200.000 pesos para ropas de los escolares.

Señores: Antes de terminar, quiero agradecerles profundamente esta demostración que colma mi corazón de argentino y satisface ampliamente los anhelos del Secretario de Trabajo y Previsión. Sólo quiero hacerles una recomendación a los trabajadores de Tucumán. Cuiden sus organizaciones; depúrenlas y únanse, apoyen a la Secretaría de Trabajo y Previsión, porque ese es el organismo que defiende las conquistas presentes y las futuras conquistas de los gremios de los trabajadores. Piensen que esas conquistas han de asegurarlos en el porvenir cuando elijan y apoyen a los hombres que han de ser útiles al país, en primer término y al pueblo en segundo lugar. Piensen que estamos en el comienzo de las conquistas de nivelación social y de justicia del trabajo. Piensen que sólo las conservarán según sea la conducta que observen los trabajadores como ciudadanos de la Nación. Y piensen que si estas conquistas algún día las pierden, no habrá en ello más que un solo culpable: el trabajador mismo. 

Finalmente les agradezco de nuevo todas las amabilidades que ustedes tienen con este modesto soldado de la revolución, les agradezco y les recuerdo que allá en Buenos Aires existe el corazón de la clase trabajadora que palpita y que vive en la Secretaría de Trabajo y Previsión. 

JUAN DOMINGO PERÓN

viernes, 2 de febrero de 2024

Hace 54 años Perón le escribía estas líneas al Doctor Manuel Anchorena.

 



Carta a Dr. Manuel Anchorena 2 de febrero de 1970 


Escrito por Juan Domingo Perón. 


Madrid, 2 de febrero de 1970.


Dr. Manuel de Anchorena Buenos Aires - República Argentina


Mi compatriota y amigo:


Le agradezco el envío de las publicaciones sobre la "Campaña Pro Repatriación de los restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas" y para la solidificación de las bases de nuestra liberación nacional. Ambas cosas deben merecer la preocupación patriótica de los argentinos, porque para asegurar el destino es tan importante defender su futuro como hacer justicia a su pasado.


Don Juan Manuel, no sólo ha tenido la gloria de su grandeza, sino que también ha merecido el honor que le han rendido la infamia y la calumnia de los hombres pequeños. La calumnia, la diatriba y el insulto son siempre homenajes que se rinden a un mérito, a una virtud o a un valor. Pocos han sido más indecentemente calumniados: ello sería ya mérito suficiente como para considerarlo sin más entre los grandes.


Estas son causas cuya defensa no moviliza intereses sino honestidades. Defender al ausente frente a la insidiosa maquinación de la calumnia orquestada por el odio y la pasión subalternos, es una obligación natural de toda persona honrada y, cuanto tal defensa pertenece a la Historia, es una imposición de la propia conciencia de los hombres y de los pueblos.


Desde niño ha repugnado a mi espíritu cuanto se ha escrito sobre Rosas en las "historias" fabricadas por los escribas de la ignominia y el rencor. Hace muchos años, en oportunidad de realizar investigaciones históricas en el Archivo General de la Nación, se me ocurrió echar una ojeada a los archivos documentales de la época de la Santa Federación y me fue dado comprobar que la documentación existente me era totalmente desconocida y yacía bajo una capa de polvo que evidenciaba lo poco que había sido consultada hasta entonces. Esa "historia" había sido escrita' "de oído", como la música barata, por historiadores de ocasión y por encargo. Ha sido necesario esperar la acción de los revisionistas históricos para conocer una realidad oculta bajo la oscuridad nefasta de la mentira.


Nadie, como los que han sufrido el azote de la infamante falsedad de los perversos y la triste incomprensión de los demás, puede juzgar con objetiva ecuanimidad esta clase de delitos contra la verdad y el honor, que suelen azotar sin piedad a los que honradamente trataron de hacer algo efectivo por la libertad y la grandeza de su Patria y la felicidad de su Pueblo.


En la lucha por la liberación, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas merece ser el arquetipo que nos inspire y que nos guíe, porque a lo largo de más de un siglo y medio de colonialismo vergonzante, ha sido uno de los pocos que supieron defender honradamente la soberanía nacional en que se debe asentar la decencia de una Patria y, no en vano San Martín, que había luchado por esa misma liberación, desde el exilio, al que lo habían condenado los enemigos de afuera y de adentro, le hizo llegar su espada y su encomio, que era como arrimarle un poco de su gloria de soldado y de su alma de ciudadano excepcional.


Por eso, querido compatriota y amigo, no sólo me siento atraído por lo que Ustedes están haciendo sino que, desde lo más profundo de mis sentimientos de soldado y de argentino les hago llegar mi más absoluta solidaridad y enhorabuena.


Firmado: Juan Domingo Perón.


jueves, 16 de febrero de 2023

Se cumplen 180 años del inicio del Sitio de Montevideo

 



Se conoce como Sitio de Montevideo o Sitio Grande al sitio que vivió la ciudad de Montevideo entre 1843 y 1851, durante la llamada Guerra Grande.


Antecedentes

En julio de 1836 Fructuoso Rivera, agraviado por los resultados a los que arribó una comisión nombrada para examinar las cuentas de su período de gobierno y también destituido del cargo de comandante de la campaña, recurrió a las armas. El 19 de setiembre de 1836 se produjo la batalla de Carpintería entre el ejército leal al gobierno de Manuel Oribe —al mando de éste y de Juan Antonio Lavalleja— y las fuerzas revolucionarias de Fructuoso Rivera, aliado con los unitarios argentinos exilados en el Uruguay, al mando del general Juan Lavalle. Tuvo lugar en las costas del arroyo Carpintería, en el departamento de Durazno.


Al año siguiente Rivera volvió a la carga, reforzado con tropas riograndenses, y consiguió derrotar a Oribe el 22 de octubre de 1837, en Yucutujá, departamento de Salto. Poco después, Rivera fue derrotado en la acción del Yí, pero la victoria brasileño-riverista de Palmar, el 15 de junio de 1838, dejó la República en manos de Rivera. Por otro lado, el bloqueo impuesto por una flota francesa a Buenos Aires, gobernada por su aliado en este conflicto, el caudillo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, dejó incomunicado al presidente Oribe. Presionado desde el río y sitiado en la capital, Oribe presentó su renuncia el 24 de octubre de 1838, dejando sentada su protesta y legitimidad del cargo que le obligaban a abandonar.


La Guerra Grande


En 1839 estalló la Guerra Grande. El conflicto se extendió entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre de 1851. Los beligerantes fueron, por un lado, los blancos de Uruguay, encabezados por Manuel Oribe, aliados de los federales argentinos, liderados entonces por Juan Manuel de Rosas; y, por otro los colorados, aliados de los unitarios argentinos. El conflicto trascendió ampliamente la colectividad propia de las repúblicas platenses y contó con la intervención, diplomática y militar, del Imperio del Brasil, Francia y Gran Bretaña, además de la participación de fuerzas extranjeras (italianos de Giuseppe Garibaldi, españoles y franceses), algunos de los cuales actuaron en condición de mercenarios.


De 1839 a 1842 los enfrentamientos se produjeron fuera del territorio oriental. El escenario fue el territorio argentino donde se enfrentaron unitarios y federales. Rosas puso a Oribe al frente del ejército federal y Juan Galo Lavalle hizo lo mismo con Rivera, el cual quedó al mando del ejército unitario. En septiembre de 1840, 17.000 hombres al mando del general Manuel Oribe intentaron hacerle frente a Lavalle, quien al mando de apenas 1.100, se retiró a Santa Fe. Su tropa fue constantemente perseguida y Lavalle fracasó sucesivamente en todos sus intentos de reorganizar su maltrecho ejército. Dicha campaña finalizó con su muerte el 9 de octubre de 1841 durante un tiroteo con una avanzada de las tropas federales en la ciudad de San Salvador de Jujuy, capital de la provincia de Jujuy.


El Sitio Grande


La segunda etapa, de 1842 a 1851, se produjo en el territorio uruguayo. Después de su victoria en la batalla de Arroyo Grande (Entre Ríos), el ejército de Oribe cruzó el río Uruguay y el 16 de febrero de 1843 comenzó el sitio de Montevideo. Sería este el tercero de los sitios en que él participara y el más largo de todos, ya que duraría ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851.




Acto seguido, Oribe organizó un gobierno, conocido como Gobierno del Cerrito, como si nada hubiera ocurrido desde el 24 de octubre de 1838. Designó ministros, hubo un parlamento y se dictó una ingente cantidad de disposiciones legales. En esta etapa convivieron en el país dos gobiernos: el de Montevideo, llamado de la Defensa, afín a Rivera, y el de Oribe quien, en las afueras de la ciudad, tenía tres campamentos. Los campamentos se encontraban en el Cerrito de la Victoria, donde se organizaba la milicia, la "capital" estaba en "Restauración", localidad que actualmente es el barrio montevideano de la Unión, donde se manejaba la política, y el puerto en el Puerto del Buceo, donde se dirigía la economía del interior del país y por donde se sacaban los cueros para exportar. El Gobierno del Cerrito controló la totalidad del país hasta 1851, exceptuando Montevideo y Colonia del Sacramento. Aplicó la Constitución de 1830 como base de su orden jurídico. Algunas figuras destacadas de aquella administración fueron Bernardo Prudencio Berro, Cándido Juanicó, Juan Francisco Giró, Atanasio Cruz Aguirre, Carlos Jerónimo Villademoros y otros patricios, algunos de importante actuación política posterior.


Otro gran tema fue la propuesta de la reunificación de la Patria que realizó Rosas en 1845, con la reincorporación del Uruguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz. Oribe no quiso decidir sobre este acto trascendente y envió el tema a tratamiento de una comisión parlamentaria que, finalmente, no definió nada. En cambio, Juan Francisco Giró, partidario de Manuel Oribe, lo acompañó en el Gobierno del Cerrito y actuó como su encargado en la misión que, en 1845, obtuvo el reconocimiento de la independencia del Uruguay por parte de España.


La defensa de Montevideo



Mientras Oribe sitiaba Montevideo, los colorados organizaron el Ejército de la Defensa, comandado por el militar unitario argentino José María Paz y el oriental Melchor Pacheco y Obes. A él se sumaron varios grupos de las colectividades de francesa, española e italiana, todas ellas inmigrantes y mayoritariamente residentes en Montevideo que formaron "legiones" que numéricamente superaron en conjunto a los propios efectivos orientales con los que contaban los colorados. Debido a la continua ola inmigratoria iniciada en 1830, la gran mayoría de estos inmigrantes se concentraban en la capital donde eran enrolados como combatientes colorados.


Según observadores extranjeros en la ciudad de Montevideo, como el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento que fue de camino en su viaje alrededor del mundo en 1848, la proporción de habitantes en la ciudad era según el padrón de 1843.


habitantes de la ciudad de Montevideo:

europeos:.....15.252

orientales:....11.431

argentinos:.....3.170

africanos:.......1.344

Los habitantes se organizaron en milicias por nacionalidades. Ellas eran:


legión argentina

legión italiana, bajo el mando de Giuseppe Garibaldi

legión vasca

2 batallones franceses, bajo bandera oriental

1 batallón de montevideanos

3 batallones de negros libertos

El italiano Giuseppe Garibaldi en esa época se había instalado en Montevideo. En 1842 el gobierno de la Defensa designó a Garibaldi al mando de la flota, librándose el 16 de agosto de 1842 un combate naval en el Río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava. Las naves comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Guillermo Brown. Garibaldi volvió a dirigir una escuadrilla naval, al frente de la cual logró impedir que las naves de Brown ocuparan la Isla de Ratas, en la bahía de Montevideo (que pasó entonces a llamarse Isla Libertad), logrando así impedir el intento de la flota rosista de bloquear Montevideo.




Garibaldi organizó una unidad militar que denominada la Legión Italiana, al frente de la cual se puso al servicio del Gobierno de Montevideo. Entre sus acciones militares se destaca la que tuvo lugar en las afueras de las murallas de Montevideo, llamada el Combate de Tres Cruces, el 17 de noviembre del 1843. Luego de ello -nuevamente embarcado en su flotilla, y apoyando a las escuadras de Francia e Inglaterra-, participó en la ocupación en 1845 de Colonia del Sacramento, de la isla Martín García, de Gualeguaychú y de Salto. Audaz, propuso acciones como el secuestro de Rosas, que no fueron aceptadas por el Gobierno de Montevideo, que temía perderlo con ellas.


Final


Movimiento de tropas al final de la Guerra Grande.

El año 1851 la situación sufrió un cambio radical. Por un lado, el diplomático Andrés Lamas obtuvo del Imperio del Brasil el compromiso de intervenir en el conflicto en favor del Gobierno de la Defensa. Y, por el otro, el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza rompió su alianza con Rosas. El 29 de mayo se firmó en Montevideo un tratado de alianza ofensivo-defensiva entre el gobierno de la Defensa – que se presentaba como el único legitimo en el Uruguay -, el Imperio del Brasil y la provincia de Entre Ríos (los firmantes fueron, respectivamente, Manuel Herrera y Obes, Da Silva Pontes y Cuyás y Sampere). En su texto los firmantes acordaban “hacer salir del Uruguay al general don Manuel Oribe y a las fuerzas argentinas que manda”, y establecían que cualquier acto del gobierno argentino en contra de este propósito lo convertiría en enemigo de la coalición. El ejército oriental se colocaba bajo el general Eugenio Garzón, ex blanco que se había cambiado por discrepancias con Manuel Oribe.


El 19 de julio Uruguay fue invadido por Urquiza, que cruzó el río Uruguay por Paysandú, y por Garzón, que cruzó el mismo río a la altura de Concordia. En Paysandú se sumaron a Urquiza Servando Gómez, Lucas Píriz y otros oficiales oribistas, hartos de aquella guerra interminable y previstos de su resultado. Ignacio Oribe, que rechazó indignado una oferta para pasarse de bando, pretendió presentar batalla a los invasores, pero sufrió la deserción en masa de sus tropas. Manuel Oribe, entonces, dejó 6.000 hombres en el sitio y al frente de 3.000 se dirigió hacia Urquiza, uniendo esas fuerzas con las que le quedaban a su hermano Ignacio Oribe.


El 4 de septiembre 16.000 soldados brasileños al mando del marqués de Caxias ingresaron por Santa Ana y Oribe comprendió que no tenía posibilidad alguna de resistir. El marqués no dudo en sobornar a numerosos políticos y oficiales de Oribe. Envió ante Urquiza a Lucas Moreno con instrucciones de llegar a un acuerdo y se retiró al Gobierno del Cerrito. Después de una larga negociación, se firmó el 8 de octubre de 1851 el acuerdo que ponía fin a la Guerra Grande. Según el mismo:


Uruguay quedaba bajo el control del Gobierno de la Defensa, que se comprometía a convocar elecciones a la brevedad posible.

Se establecía que todos los orientales, al margen del bando que se hubieran alineado, tendrían los mismos derechos.

Que Oribe quedaba en libertad y podría disponer de su persona.

Que los actos del Gobierno del Cerrito se considerasen legales a todos los efectos.

Que el nuevo gobierno a ser elegido asumiría las deudas contraídas por aquél.

Se reconocía que la resistencia a la intervención anglo-francesa se había hecho con el propósito de defender a la independencia oriental.

Que, en definitiva, en el conflicto terminaba “sin vencidos ni vencedores”.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Hace 77 años Perón le hablaba a los compañeros del Transporte Automotor: "cualquier otra mezcla que se introduzca en ese sentimiento gremial lo cortará y en vez de hacer la unión de los hombres, preparará la destrucción del gremio"

DISCURSO EN UN ACTO ORGANIZADO POR LOS OBREROS DEL TRANSPORTE AUTOMOTOR Juan Domingo Perón [17 de Noviembre de 1944]




En primer término, señores, agradezco con gran emoción este mástil que representa para mí un obsequio de una exquisitez patriótica tan grande como no pueden ustedes imaginar.

No me había podido explicar nunca porque dentro de nuestro sistema institucional no existía una Secretaría de Trabajo o Ministerio de Trabajo, un Ministerio de Industria y Comercio y un Ministerio de Transportes.

Hoy dentro del panorama de la Nación, se explicaría menos aún que haya una agricultura, una ganadería, un ejército, una marina, las obras que no pudieron ser racionalmente dirigidas, de la misma manera no puede explicarse que la justicia social, que las actividades de la industria y del comercio y que el movimiento de toda la Nación, no estuvieran regulados por un organismo serio y responsable del Estado. 

La Revolución ha querido actualizar dentro de nuestras normas institucionales las actividades de estas fuerzas. La reunión de hoy es la consecuencia de esa preocupación del gobierno: organizar dentro del estado las fuerzas del movimiento de la Nación y, como consecuencia de ello, la unión de todos los hombres que en todas las latitudes del país propulsan ese movimiento, que es algo así como la circulación de la sangre, de la riqueza y del trabajo en todo el organismo de la patria. Como no podría existir un hombre cuya circulación no estuviese rigurosamente controlada `por el corazón, no puede existir un movimiento dentro del país, que no esté regulado por un verdadero corazón. Esto es lo que representa la función esencial de la Coordinación del Transporte, que ha sido confiada a las hábiles manos y a la inteligente voluntad de propulsión del señor general Rossi.

Dentro de esa circulación, el transporte automotor que paulatinamente ha ido adquiriendo en un ritmo bastante acelerado una importancia hasta ahora insospechada, es indudablemente todavía una fuerza incipiente dentro del Estado, comparada con lo que debe llegar a ser en el porvenir. El transporte automotor, limitado hoy por ciertas circunstancias especiales, ha de desarrollarse con un ritmo y una capacidad cuantitativamente tal, después que la guerra termine, que para todos nosotros pueda resultar completamente insospechado. Terminada la guerra, puesta nuevamente en potencia nuestra producción integral, creo que el transporte automotor ha de pasar a ocupar en el panorama de la circulación nacional y del movimiento del trabajo y de la producción del país, el primer lugar entre sus transportes. Siendo así, se imaginarán ustedes con cuanto placer, en mi carácter del Secretario de Trabajo y Previsión, veo que ustedes se deciden a reunirse con todas las fuerzas del sindicalismo gremial en una sola, grande confederación de los hombres del volante para asegurar con ello la posibilidad de conseguir el logro de las aspiraciones de un gremio sordo, fuerte y poderosamente aglutinado. De este modo, el porvenir del gremio está desde ya, perfectamente asegurado.

Se ha dicho que nosotros somos enemigos de las asociaciones gremiales. Se ha dicho también que buscamos un gremialismo estatal, que vamos hacia un sindicalismo dirigido, y se habrán dicho también muchas otras cosas tan inciertas y tan torpes como éstas. Nosotros, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, auspiciamos una sola cosa: gremios bien organizados, representados por sus propios hombres, con disciplina gremial y dentro de cuya organización no se practiquen otras actividades que las puramente gremiales. Solamente así puede asegurarse la estructura de un gremio potente o indisoluble, porque tan pronto como en gremio entran las semillas de la disociación, ya sea política, ideológica, racial o religiosa, el gremio se desmoronará a corto o largo plazo.

Las mezclas que se han de utilizar en la construcción de los cuerpos de amalgama segura, han de ser mezclas puras. El cemento que una a todos los hombres de un gremio ha de ser solamente gremialista, y cualquier otra mezcla que se introduzca en ese sentimiento gremial lo cortará y en vez de hacer la unión de los hombres, preparará la destrucción del gremio y la pérdida de todas las ventajas que la unión y la aglutinación de los hombres pueden representar como fuerzas en la lucha por la vida.

No somos sindicalistas de Estado, ni corporativistas, ni ninguna de esas cosas raras: solamente somos hombres que queremos gremios unidos y bien dirigidos, porque las masas inorgánicas son siempre las más peligrosas para el Estado y para si mismas. Una masa trabajadora inorgánica como lo querrían algunas personas, es un fácil caldo de cultivo para las mas extrañas concepciones políticas o ideológicas. Los organismos que se unen con la finalidad gremial, como lo hacen ustedes hoy, deben ser apoyados y defendidos por el Estado, y los gremios que van tras segundas intenciones políticas e ideológicas deben ser puestos de lado por la ley para que realicen el trabajo dentro de la ley. De manera que si nosotros propugnamos un trabajo dentro de nuestra ley, y al amparo de nuestras instituciones libres, democráticas, republicanas y poderosas como son, no podemos propugnar en manera alguna ninguna agrupación, sea ésta política, ideológica, social, religiosa o racial, que vaya buscando la destrucción directa o indirecta de esas instituciones.

Es por eso, señores, que en la Secretaría de Trabajo y Previsión hemos recibido jubilosamente toda agremiación que persigue los fines nobles del mutuo apoyo entre sus asociados y que no busque derivaciones extrañas fuera del campo gremial. En esta casa no preguntamos al que llega, como piensa ni cual es su partido político; le preguntamos solamente si es un trabajador y si está dispuesto a apoyar con lealtad y con sinceridad a sus propios compañeros de trabajo.

Por esa razón, en esta casa tratamos con el mismo cariño y con el mismo respeto a las agrupaciones patronales y a las agrupaciones obreras que protegen su propia libertad y su propio progreso.

La Confederación del Transporte Automotor, que ha de agrupar a todos los trabajadores argentinos del gremio, representa para el Estado en verdadero puntal por su fuerza de aglutinación. Nosotros hemos encarado la política social sin ninguna intención buscando una nivelación humana y natural de los hombres, tratando de obtener del producto de la tierra la riqueza necesaria para que todos puedan gozar de la dignidad y de las delicias insignificantes que la vida ofrece a todos los hombres. En ello no vamos más allá. Y cuando una gran agrupación obrera nace en al país, sentimos en esa casa una profunda satisfacción porque sabemos que los obreros han de obtener la justicia social que en vano han anhelado durante tantos años, y la han de mantener si se unen, si son fuertes en su unidad y si persiguen en mantenimiento y el progreso de la justicia social, solamente para la justicia social y no para ser empleada en otros campos donde ésta pasa a ser una cuestión anacrónica.

Nosotros, desde esta casa, apoyamos todo lo que sea socialmente justo y nos oponemos a todo aquello que no lo sea; ésa es nuestra ley y la seguiremos manteniendo. Cuando nosotros dejemos de ser, es nuestra profunda aspiración que la justicia social en la República Argentina haya sido asegurada en una forma tal que en el futuro no exista fuerza capaz de borrar una sola línea de las que nosotros hemos trazado en esta casa, sino con ciencia, por lo menos con buena voluntad, con amor y con entusiasmo.

Finalmente, les agradezco a todos que hayan tenido la amabilidad de darnos el placer de poder recibirlos aquí y de compartir con ustedes la excelentes visiones de un porvenir más venturoso para cada uno de los hombres del transporte automotor. Pueden tener ustedes la seguridad más absoluta de que desde esta casa hemos de luchar al lado de patrones y obreros, para que nunca puedan existir conflictos ni luchas entre los hombres que ponen el capital y los que ponen la energía de su trabajo y para el engrandecimiento del país; ningún conflicto ni luchas entre los patrones y los obreros, ni entre unos y otros, con el Estado. Si marchamos así no destruiremos jamás los valores que el trabajo y la riqueza crean para el país, y cada uno de nosotros en esa convivencia de colaboración y de cooperación de todas las fuerzas llegaremos a esa sagrada unión de todos los argentinos, que es nuestra más alta misión de gobierno, asegurando con ello una felicidad que será siempre mayor para cada uno de los hijos de esta bendita patria que Dios nos ha dado para conservarla grande y unida.

JUAN DOMINGO PERON

jueves, 28 de noviembre de 2019

La batalla de Caaguazú se producía hace 178 años

Brigadier Pascual Echagüe



La batalla de Caaguazú (Departamento Mercedes, provincia de Corrientes, 28 de noviembre de 1841) fue un combate de la guerra civil argentina, entre las fuerzas de Entre Ríos, al mando de brigadier Pascual Echagüe y las de la provincia de Corrientes, dirigidas por el brigadier José María Paz, que significó una tremenda derrota del partido federal.

Desde 1839 en adelante, la provincia de Corrientes se había rebelado contra la autoridad del dictador porteño, brigadier Juan Manuel de Rosas. Los conflictos entre Corrientes y Buenos Aires estaban opacados por los términos que usaban los contendientes. Los correntinos exigían la sanción de una constitución, que aún no se había sancionado, mientras que Rosas acusaba al gobierno correntino de pertenecer al partido unitario. En realidad, el gobernador correntino era, posiblemente, más sinceramente federal que Rosas, aunque la provincia se había aliado a los generales unitarios Juan Lavalle y José María Paz.

La verdadera discusión se daba por la aduana del puerto de Buenos Aires. Esta provincia usufructuaba los beneficios de la aduana sin darle participación a las demás provincias, llevando adelante, por otro lado, una política aperturista que arruinaba las industrias locales en las provincias. Las provincias más afectadas por esa política de aduanas eran las que tenían puertos sobre el río Paraná. Pero Santa Fe y Entre Ríos estaban firmemente aliadas a Buenos Aires; de modo que Corrientes estaba sola en la defensa de ese “federalismo fluvial”.

En 1839, el entonces gobernador, coronel Genaro Berón de Astrada se había rebelado contra los porteños, pero un rápido ataque del gobernador entrerriano, general Echagüe, lo había derrotado completamente en la batalla de Pago Largo, y el gobernador pagó con su vida la rebelión.

Tras un efímero gobierno federal, había sido elegido para sucederle el brigadier Pedro Ferré, enemigo declarado de Rosas desde el año 1832, en que éste había hecho fracasar la oportunidad de la derrota unitaria para organizar constitucionalmente el país. Ferré había puesto sus ejército en manos del general Lavalle, pero éste había invadido Entre Ríos y se había llevado el ejército a invadir Buenos Aires, dejando la provincia indefensa. Para peor, había fracasado en su intento y había tenido que retroceder hacia el noroeste, de derrota en derrota.

Ferré puso todos los recursos de la provincia en manos de otro general, José María Paz, de larga trayectoria unitaria. Éste se dedicó a organizar el ejército, hasta ponerlo en condiciones de combatir. Tuvo la suerte de que Echagüe no lo pudiera atacar durante el año 1840, porque Lavalle había ocupado Santa Fe por unas semanas.

La batalla

Tras saberse de la derrota de Lavalle en la batalla de Famaillá, Echagüe avanzó hacia el norte. Por su parte, Paz acababa de engrosar su ejército con unos cuantos huidos de las fuerzas de Lavalle, y Ferré firmó una alianza con el gobernador de Santa Fe, brigadier Juan Pablo López.

Durante varias semanas, Echagüe se mantuvo en el sur de la provincia, llegando al río Corriente y esperando la oportunidad de atacar con ventajas. Paz no se las dio, y entonces cruzó el río Corrientes por el paso de Caaguazú.

Al iniciarse la batalla, Echagüe contaba con 5.000 hombres (1.000 de ellos infantes) y 12 piezas de artillería, al mando del coronel Servando Gómez y otros jefes experimentados. No contaba, sin embargo, con el mejor de sus generales, brigadier Justo José de Urquiza. Las fuerzas de Paz, de 3.000 hombres, eran mandadas por oficiales mucho menos capaces, entre los cuales el único que había luchado en las guerras de independencia era el coronel Indalecio Chenaut. Entre los jefes correntinos se destacarían más tarde los futuros gobernadores, tenientes coroneles Joaquín Madariaga y Benjamín Virasoro.

Paz esperó el ataque en una posición aparentemente débil: su caballería del ala izquierda se retiró al primer ataque de las fuerzas de Gómez, y fueron perseguidos varios miles de metros. Pero a medida que iban avanzando, se iban encerrando entre el río Corrientes y un estero, desde las orillas de las cuales eran tiroteados por los infantes correntinos. Al llegar al fondo, se encontraron con la artillería y la infantería concentradas, que los destrozaron; tuvieron que retirarse, y en el camino fueron nuevamente diezmados por la infantería de ambos costados.

Sólo después se inició el ataque de la caballería correntina del ala derecha, al mando del general Manuel Ramírez, que, reforzada por la caballería del ala izquierda y la reserva, arrastró a las desmoralizadas fuerzas entrerrianas que tenía al frente. La persecución a la caballería federal arrastró a Echagüe, que estuvo a punto de ser muerto. Y la infantería, privada de protección, tuvo que emprender la retirada; pero varias leguas más adelante, agotados por la sed, los infantes se rindieron. La artillería del coronel Juan Bautista Thorne fue la que hizo el mejor papel en el bando federal, pero tuvieron que rendirse con los infantes.

El ejército correntino tuvo 53 muertos, mientras los entrerrianos perdieron 800 muertos y 1.000 prisioneros, además de toda la artillería, el parque y casi toda las armas de infantería.

Consecuencias

La batalla de Caaguazú fue la última y más brillante victoria del general Paz. Todo el litoral quedaba abierto para el avance de los correntinos, que ahora habían sido fuertemente reforzados por las armas y los soldados prisioneros.

Paz avanzó rápidamente hacia Entre Ríos y ocupó la ciudad de Paraná (29 de enero de 1842). Poco antes, la legislatura había elegido a Urquiza como sucesor de Echagüe, pero éste sólo pudo refugiarse en las islas del sur, para pasar por un tiempo a Buenos Aires.

Al llegar a Paraná, las desavenencias de Ferré con Paz se hicieron muy graves, y Paz quedó solo, al mando solamente de los prisioneros de Caaguazú. Poco después, Juan Pablo López era destrozado en Santa Fe, donde fue reemplazado por Echagüe (que era santafesino). De modo que Paz intentó retirarse hacia el este, a reunirse con su aliado brigadier general Fructuoso Rivera; pero los ex prisioneros desertaron y se unieron a las fuerzas de Urquiza. Paz llegó solo a Concepción del Uruguay, donde no quiso ponerse a órdenes de Rivera.

Mientras tanto, el brigadier general Manuel Oribe (rival de Rivera) cruzaba el río Paraná y avanzaba junto con Urquiza hacia el este, donde derrotaría al jefe uruguayo en la batalla de Arroyo Grande. Esa victoria federal significó la caída de los opositores a Rosas en todo el país, incluido Corrientes.

Dos años más tarde, los hermanos Madariaga volverían a levantarse contra Rosas en Corrientes, y volverían a poner su ejército en manos de Paz. Pero su definitiva derrota en 1847 significó el control absoluto del país por parte del gobernador porteño.

viernes, 30 de agosto de 2019

Hace 46 años hablaba Juan Domingo Perón en el Congreso Nacional




DISCURSO EN EL CONGRESO NACIONAL 
Juan Domingo Perón 
[30 de agosto de 1973]


He querido llegar hasta acá para sintetizar las ideas que surgen del conocimiento paulatino que vamos tomando de la situación nacional. Desgraciadamente, esa situación nacional no es nada alentadora. Es indudable que durante muchos años las instituciones han ido trastocando sus funciones y paulatinamente degenerando en una dirección que no es ni ha sido la mas conveniente para la comunidad.
En esto los argentinos tenemos que hablar sin reservas mentales, porque la situación se puede ir compulsando a medida que es posible ir penetrando en los distintos factores y circunstancias que juegan tanto en la situación política como en la social, la económica, la cultural, etcétera. Solo ahora, con base en los informes que he ido recibiendo, puedo decir con toda franqueza cua1es son las ideas que nosotros debemos contemplar en estos momentos, para encarar una solución que, con todo, no es nada fácil.
Creo yo, y así lo he trasmitido a muchos señores -especialmente, dirigentes políticos con quienes he mantenido y mantengo un permanente contacto que la situación de la Republica Argentina -y esto lo digo con la experiencia que presupone mi larga preocupación por la cosa publica durante los dos periodos constitucionales de gobierno que me toco desempeñar en el pasado-, creo que la situación argentina es de tal naturaleza, que es imprescindible que todos los argentinos, deponiendo todas las pasiones que puedan habernos movido y todas las controversias en que podamos habernos vistos envueltos en el pasado, nos persuadamos de la necesidad de que todos, unidos y solidarios, nos pongamos a resolver una situación que, de otro modo, puede conducirnos a un desastre futuro.
Al conformarse un nuevo gobierno, cualquiera sea el candidato que tome la responsabilidad, deberá asegurar para esa etapa una acción mancomunada, sin la cual el país no tendrá mucho que agradecernos. Pienso yo que al país, durante este primer Gobierno del Pueblo, es necesario que lo consideremos como en estado de emergencia.
Lo mismo que ha sucedido en otros países que, al terminar una guerra o ante una gran catástrofe, declaran el estado de emergencia, en el cual toda otra consideración menor pasa a segundo plana, para ir a 1o fundamental, que es la salvación de la comunidad, fuera de la cual no hay solución para nadie, porque nadie ha de realizarse en una comunidad que no se realiza.
Con esa preocupación es que he querido llegar hasta los compatriotas legisladores de todos los sectores. Cada uno debe estar animado de los mismos sentimientos y actuar con sinceridad que exige la consideración de estos problemas. En consecuencia, se descuentan la buena intención y la buena fe, sin reservas mentales de ninguna naturaleza, como debemos hablar hoy todos los argentinos, si es que tenemos el deseo de que el país salga adelante, como creo ocurrida en poco tiempo.
Los dos Gobiernos -el que transcurrió desde el 25 de mayo y el que esta actualmente en la dirección del Estado- han recibido una planificación que no es de ahora. Si nosotros recién comenzamos ahora a estudiar los problemas y a preparar una planificación, llegaríamos tarde.
Hace ya varios años que, en nuestro Movimiento, organismos perfectamente orgánicos han venido estudiando los problemas, de manera que el Gobierno ha recibido el producto de toda esa planificación y de esos estudios, especialmente en el aspecto económico, que es por ahora uno de los mas importantes, fuera del político, que es el mas importante de todos.
La solución del problema político dará lugar a las demás soluciones. Pero el problema económico es de una importancia extraordinaria. Por eso se ha venido trabajando intensamente, y todos los proyectos de leyes que se han pasado a la consideración de los señores legisladores han sido estudiados profundamente y pertenecen a un plan de conjunto, como deben ser los planes que elaboremos en el presente: pensando en el futuro inmediato.
Por eso, yo hago de esta oportunidad una ocasión para pedirles a los señores legisladores que contemplen y aceleren los estudios de todos los aspectos del conjunto de leyes económicas, sin las cuales quedaran detenidos algunos planes, ya que solamente podrán ejecutarse mediante estas leyes.
Si no, habrá que actuar con contratos, diremos de intención, que no es lo mismo que poder hacer ya los contratos definitivos, porque la ayuda que nosotros necesitamos, y que esta en marcha, no hay que desperdiciarla.
En esto, como en todas las ocasiones de la vida, al hierro hay que doblarlo cuando esta caliente. Yen este momento, nosotros tenemos oportunidad de poder asimilar una enorme ayuda, que quizá en el futuro no sea de la misma cantidad y de la misma calidad
Este es un pedido que yo hago a los legisladores especialmente, por que estoy siguiendo muy de cerca toda esa legislación. Hay que darse cuenta de que tampoco esta es una legislación que fijarla todo con carácter definitivo, pero cualquier defecto que durante la marcha pueda observarse es susceptible de corregirse inmediatamente por una nueva legislación que los señores legisladores tendrán en sus manos y bajo su responsabilidad.
De manera que lo que queremos es que no se pierda tiempo.
Ya esto puede ponerse en marcha, y eso es de una importancia decisiva para la solución de muchos problemas económicos que están pendientes.
Yo tenía también el deseo de tratar el problema político. Ese problema político, para nosotros, puede ser absolutamente decisivo.
Existen circunstancias que estaría de mas que yo comentara, porque los argentinos somos pocos y nos conocemos bastante bien. Es necesario actuar a través de un buen… desviaciones, siempre posibles si son ayudadas por los dirigentes políticos.
El dirigente político en la Republica Argentina, como en casi toda Latinoamérica, tiene un momento de la vida en que debe contemplar con gran prudencia y penetración su situación.
Las comunidades modernas, como los pueblos, no valen ni por la cantidad de territorio, ni por la cantidad de habitantes, sino por la calidad de 1os dirigentes políticos que las encuadran y las conducen.
Precisamente contando con esto han especulado las fuerzas que venían actuando en favor de la dependencia. Y han especulado con mucha sabiduría.
Hemos observado que, desde hace muchos años, los dirigentes políticos han sido objeto de una denigración permanente. Es decir, hay una organización que se ha encargado de llevar a la conciencia de mucha gente fácil de convencer que el político es siempre un venal, un ladrón, un sinvergüenza y un hombre que no ama a su Patria.
Esto, desgraciadamente, se ha hecho cierto en muchas oportunidades, y nosotros, los políticos, hemos sido los mejores colaboradores que tales patrañas han tenido, porque nosotros nos hemos encargado de decirnos todas esas cosas todos los días, aun a sabiendas de que eran falsas y que servían a intereses que no eran los del pueblo argentino.
Esto, señores, es un asunto ya muy conocido y que pertenece a la historia. Y aunque no han transcurrido en algunos casos los veinticinco años que permiten las publicaciones, podemos saber perfectamente como se han gestado y por que.
Todo esto, para nosotros, ha comenzado en 1956 con la primera reunión de presidentes de America, que se realizo en la ciudad de Panamá y a la que concurrieron los jefes de Estado de las veintiuna naciones latinoamericanas.
En esa primera conferencia de presidentes de America, yo, que estaba desterrado en Panamá, tuve ocasión de meter la nariz desde lejos; y la metí “porque entre los jefes que asistieron tenia buenos amigos”.
Hablando sobre la información publicada, uno de ellos, hombre de gran claridad, dijo:
“Vea, todo esto ha sido con un solo objeto. Para que se ha hecho esta conferencia lo dijo en los últimos días de la Conferencia el presidente Eisenhower, y es porque una guerra internacional entre los países latinoamericanos ya no seria posible en el futuro, por la sencilla razón de que las fuerzas, convencionales - es decir, ejercito, marina y aeronáutica - habrían perdido su razón de ser de antes. Pero, como el comunismo era el enemigo que teníamos en el continente, esas fuerzas debían dedicarse exclusivamente a combatir al comunismo”.
Aprobada esta idea, se estableció una reunión de los comandantes en jefe para dos años después, en San José de Costa Rica. En el interregno, entre el 56 y el 58, se invito a los jefes a las visitas consabidas, y en el Pentágono, probablemente, les hicieron el lavado de cerebro correspondiente; se establecieron cursos especializados de las fuerzas del Caribe en el Canal de Panamá, y dos años después se realizo la conferencia de San José.
Pero lo importante viene después.
A raíz de eso, todos los países latinoamericanos cayeron en manos de dictaduras militares. Las consecuencias las sacara cada uno de ustedes.
Y es curioso que, juntamente con esa acción, donde indudablemente mediaron cuestiones inconfesables, arrecio de una manera tremenda el ataque contra los dirigentes políticos de toda Latinoamérica.
Los diarios, revistas y, como digo, desgraciadamente nosotros mismos, nos encargamos de sacarnos el cuero mutuamente, en favor de una causa que realmente era una infamia.
Por eso creo yo que, contra toda esa dependencia, debemos reaccionar.
Ya no es posible que sigamos nosotros sirviendo intereses hábilmente tramados, que van tras finalidades contra las cuales todos nosotros estamos decididos a combatir. Bajo tal dependencia, ningún país podrá realizar su propio destino.
Pienso yo que todas esas circunstancias han de ser conocidas por el pueblo argentino, y especialmente por nosotros, los políticos, tan denigrados durante tantos años, a pesar de todos los sacrificios que hemos soportado para servir de alguna manera a la patria de la manera en que cada uno de nosotros la entiende.
Señores, podría comentar que el haber estado tantos años lejos del país me ha permitido conocer muchas cosas que aquí, con el trafico gallináceo de firmar decretos todos los días en la Casa de Gobierno, no se puede conocer. Pero nosotros debemos comenzar a pensar ya en grande.
Ese juego de enanos que se ha dado en muchas oportunidades, tenemos que abandonarlo.
Tenemos que empezar a pensar que formamos parte de un continente cuyo destino es envidiable, aun para los superdesarrollados, que se están quedando sin las riquezas naturales, y a pensar que nosotros los que disponemos de esas reservas, seremos los ricos del porvenir, en tanto ellos serán los pobres del futuro.
Este es un proceso que esta en marcha desde que termino la segunda guerra mundial. Es decir, que los que han destruido ecológicamente sus zonas de supervivencia echan sus ojos hacia las zonas de grandes reservas que todavía existen en la Tierra, aunque no porque hayamos sido muy previsores para no destruirlas, sino porque no hemos tenido ocasión de hacerlo.
Pensemos en esta gran enseñanza, porque la etapa que viene de acá al comienzo del siglo XXI -el temido año 2000- tiene que ser de grandes previsiones si no queremos sucumbir. De ahí que nuestra política internacional ha de estar dirigida a la unidad latinoamericana y a la conformación de un continente unido, solidario y organizado para defenderse.
Nada hay hoy mas importante en la política internacional que eso, porque si no nos organizamos y preparamos para defendernos, nos lo van a quitar todo, y por teléfono, si es necesario.
Hay que pensar, señores, en que va el mundo -y, sobre todo, los grandes países- esta pensando en que esta evolución que nosotros hemos presenciado, va a desembocar, quizás antes que comience el siglo XXI, en una organización universalista que reemplace al continentalismo actual. Y en esa organización universalista se llegara a establecer un sistema en que cada país tendrá sus obligaciones, vigilado por los demás, y obligado a cumplirlas aunque no quiera, porque es la única manera de que la humanidad puede salvar su destino frente a la amenaza de la superpoblacion y de la destrucción ecológica del mundo.
Axial que, nosotros debemos comenzar a pensar también, que ese universalismo ha de ser organizado por alguien, y que, si nosotros no nos disponemos también a intervenir en la organización de este internacionalismo, todos nuestros años de lucha por liberarnos serán inútiles, porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalizaci6n, lo harán en su provecho, no en el nuestro.
Señores: por eso pienso que los enormes problemas que los argentinos de la generación que no sigue a nosotros deberán resolver son de una importancia tal, y tan llenos de peligros y de asechanzas, que si no se los descarta por una acción que comencemos desde ahora, es probable que lleguemos con retardo a su solución, en consecuencia, paguemos como pagan todos los que llegan tarde.
Lo que quiero es tratar de despertar en el animo de los argentinos la conciencia de que debemos unirnos para resolver estas minucias de nuestra política interna, porque esta frente de nosotros una juventud a la cual tendremos que legarle algo positivo, y lo positivo que podemos legarle es lo que hagamos para las soluciones del futuro mediato. Si no, la juventud tendrá un día derecho a decir que nosotros hemos sido unos patanes que no hemos sabido resolver un problema que en ese momento ellos verán con una claridad meridiana.
Seamos capaces de pensar, seamos capaces de prever, y empeñémonos en las empresas importantes, con todo el empeño que debemos poner, dejando las cosas subsidiarias y secundarias -como es la política interna-, para resolver lo principal entre amigos que buscan y quieren un destino común.
Nuestro Gobierno ya esta dentro de estas orientaciones, y el Poder Ejecutivo esta obrando dentro de ellas. Así, pues, hemos corregido muchas cuestiones que nos presentaban equivocadamente frente a un mundo que nos esta observando.
Dentro de pocos días se realizara la segunda reunión de países no alineados. Nosotros estamos y estaremos allí, estaremos dentro del concepto de lo que esa gente defiende: un tercer mundo. Un tercer mundo que en el futuro no dejara que los imperialismos puedan resolver el problema de la organización universal en su provecho y beneficio, y en perjuicio de todos los demás.
Ahora, con referencia a esa política interna, que también entre nosotros tiene su importancia -salvando, sin duda, el gran plafond donde debemos poner la inspiración y el pensamiento para ese futuro al que debemos y tenemos derecho a aspirar, es indudable que ha llegado el momento de que la política argentina cambie totalmente, sin dejar de seguir respetando, por supuesto, los principios democráticos en los que se ha fundado nuestra nacionalidad.
Pero no dejaremos de obedecer también a esa evolución que nos lleva hacia otras direcciones, que no son las mismas que ella. La democracia tiene en su concepción integral, infinito número de gradaciones y de matices. Se puede cumplir de varias maneras, como ha venido ocurriendo en todas las etapas de la evolución de la humanidad.
El Medioevo creo su sistema, el sistema feudal. Las nacionalidades crearon su sistema demoliberal. El continentalismo crea su sistema eminentemente social.
El hombre no interviene sino subsidiariamente en la evolución.
Esta es obra del determinismo, y a veces del fatalismo histórico. El hombre cree que el lo hace. ¡Pobre ingenuo! El solo crea un sistema periférico, para poder, como una montura, acomodarse y cabalgar sobre la evolución, sobre la etapa de la evolución que le toca vivir.
Así hemos sido feudales, demoliberales, socialistas hoy, porque el mundo va, indudablemente, en esa dirección, y no sabemos que seremos en la etapa universalista, que esta mas próxima que lo que todos nosotros imaginamos.
El Medioevo duro quinientos años, pero se andaba en carreta. En la época del automóvil, el demoliberalismo duro dos siglos: el diecinueve y el veinte. El continentalismo, en la época del jet, ¡quien sabe si llega al año dos mil!
Empezara un nuevo sistema, que caracterizara las nuevas formas de la organización universal, en la que todos los países han de comprometer sus destinos si no quieren sucumbir.
Porque este problema se resuelve de dos maneras. Una es buscando la solución geopolítica que permita una mayor producción y una mejor distribución de los medios de subsistencia. La otra es la bomba de cien megatones, que también será una solución, si la insensatez de los hombres no acertara a resolver el problema por la vía geopolítica.
Me temo mucho que eso pueda suceder, porque veo como se comienzan a defender ya las formas políticas y sociales de una situación injusta para el noventa por ciento del mundo. Allí esta el centro de inspiración de nuestra política, sin ocuparnos inútilmente de las palabras. No, son los hechos los que han de movilizar nuestra acción y nuestra conciencia, no las palabras.
En esto, la política interna de nuestro país ha de cambiar, como cambian todas las democracias modernas. Hoy es imposible hacer congeniar los partidos políticos de hace un siglo y aun de hace medio siglo, cuando las formas falsas de la política habían llegado a conseguir que un argentino pudiera ser mortalmente enemigo de otro argentino.
Hoy eso, señores, es inaceptable. Es inaceptable acá y en Budapest. Es una cosa pasada ya para el mundo. Hoy, las formas de lucha política son totalmente diferentes. Se hacen todas orientadas con un solo objetivo: el bien del país, en el que cada uno pone su idea, sea de extrema derecha o de extrema izquierda, no interesa de donde, siempre que sea una idea que pueda ponerse al servicio del destino y la grandeza del país.
Señores, si fuera otra fuerza política la que obtuviera el triunfo en las elecciones y se hiciera cargo del gobierno, para nosotros seria igual, en las circunstancias en que nos encontramos.
Daremos sin ninguna clase de sectarismos y sin exclusiones de ninguna naturaleza la posibilidad de que cada argentino bien intencionado, cualquiera sea el rotulo con que venga, pueda intervenir en la acción de gobierno, ya sea en lo legislativo como en lo ejecutivo.
Nosotros haremos posible que todos los argentinos, cualquiera sea su matiz político, puedan intervenir en la defensa de la cosa pública, respetando por las demás fuerzas.
Nunca he visto ese respeto a las minorías del que se habla, aunque lo he oído citar desde que tengo uso de razón. Pero lo he visto atropellar también desde que tengo uso de razón. No he conocido ningún sistema argentino -y cumpliré ya setenta y ocho años dentro de pocos días-, no he visto que se le diera la menor importancia, como dicen los muchachos, que se le diera corte a las minorías, lo que es injusto, y no debe ser.
Los grandes valores que la inteligencia pone en los hombres no indican que han de estar en la mayoría o en la minoría, están en todas partes. Es necesario que eso sea lo que juntemos y acopiemos para llevar adelante el país, siempre que este calificada con la honradez y la lealtad que este debe exigir a cada uno de sus hijos.
Señores: yo no quiero abrumarlos a ustedes con muchas otras cuestiones que podríamos desarrollar dentro del panorama nacional. Me basta con pocas líneas sintéticas para fijar de una manera general la orientación que el Movimiento Justicialista y el Frente Justicialista de Liberación Nacional tratan de desarrollar, y es la de pedirles a todos los dirigentes políticos de las otras fuerzas políticas que sean nuestros amigos y nos acompañen en la tarea que es común.
Pensando en lo que hay que realizar “ningún esfuerzo realmente útil para el país puede ser despreciable”.
Yo he querido llegar a ustedes con estas palabras, que reafirman, de la manera mas absoluta, que nuestro gobierno, si es que triunfamos, será un gobierno de emergencia, porque la situación tanbien es de emergencia.
En ese gobierno de emergencia haremos lo que en los casos de emergencia hay que realizar: llamaremos a todos los argentinos y pondremos en sus manos la posibilidad de hacer cada día algo por la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra Nación.
Yo quiero que todos los argentinos sepan que nuestro Movimiento ni es sectario, ni es excluyente. Hemos dado prueba de ello a lo largo de treinta años. Todo el que ha querido llegar a nuestro Movimiento, ha llegado, y ha tenido el mismo derecho que todos los demás, porque yo no creo que los movimientos sirvan solamente, como dicen algunos, con los de la primera hora. Sirven con los de todas las horas, y eso es lo que nosotros buscamos.
Si en esa etapa de emergencia somas capaces de olvidar y echar a la espalda todas las pasiones que hayan podido agitarse en el pasado, recién entonces dispondremos del espíritu suficiente para encarar esta gran tarea común con la solidaridad que el propio patriotismo nos esta exigiendo.

JUAN DOMINGO PERON

martes, 25 de junio de 2019

A 59 años de esta carta de Perón al compañero Carlos Alberto Voss




Carta al Dr. Carlos Alberto Voss 25 de junio de 1960.

Escrito por Juan Domingo Perón.

Madrid, 25 de junio de 1960.

Al Dr. Carlos Alberto Voss

Buenos Aires

Mi querido amigo:

Con gran interés he leído la apreciación de situación que ha tenido la bondad de enviarme por intermedio del compañero don Alberto Manuel Campos, siéndome muy grato manifestarle que coincido totalmente con sus atinados juicios. Por la fineza que significa hacerme conocer su fundamentada opinión sobre problemas que hacen al destino de la Nación, y por el valor de la misma quedo profundamente agradecido.

No sé si por ignorancia, o por mala fe, y quizás por ambas cosas a la vez, muchos "filósofos" de la acción política están observando la realidad argentina por el ojo de la cerradura, de tal manera que sólo ven un lado de las cosas, y éste es siempre el que más conviene a su sectarismo o a sus mezquinos intereses. Creo que en esta hora dramática es un deber patriótico hacer un análisis amplio y profundo de la situación en que se encuentra la Patria, presa de sus más contumaces enemigos.

Ya parece intolerable que alguien pretenda enjuiciar la realidad argentina como un hecho absolutamente local, como si el conflicto dentro del cual nos debatimos, surgiera de un capri­cho de Frondizi o del Movimiento. Este no es un problema planteado entre personajes más o menos siniestros y más o me­nos pundunorosos. Son dos concepciones de la vida en pugna violenta; son dos ideologías excluyentes una de la otra; son dos sistemas, uno de los cuales prevalecerá sobre el otro con todos los atributos del vencedor por exterminio. Al menos, el vencido desaparecerá como factor de decisión en el destino del mundo. Así ha ocurrido siempre: no pudieron convivir en ple­nitud de poder y de esperanzas Grecia y Persia, ni Cártago y Roma. Creo que el conflicto es hoy mucho más serio que ayer, porque ponen en juego formas de civilización, algo tan consustanciado con la esencialidad del hombre como la mente y el espíritu.

La Argentina es sólo un episodio de la gran tragedia inter­nacional, y entre lejanas bambalinas hay sorprendentes titiri­teros manejando las espadas, el dinero, los cañones, las agencias noticiosas y los diarios que se empeñan en forjar una realidad de ficción para ganar incautos, en tanto hay una realidad auténtica, que sigue adelante, a pesar de todo; unas veces por­que acompaña al acontecer histórico, y otras porque se la impo­ne por la extorsión y la violencia, esté de acuerdo o no con la evolución social. Lo que es seguro es el triunfo de aquél que siga en su pensamiento y en su acción el quehacer de la historia.

En esta situación se encuentra el Movimiento que se apoya en el ser nacional interpretando sus legítimas aspiraciones, adecua­das a la realidad argentina y americana, armónicamente ubicado en el desarrollo del mundo.

En nuestro caso, queremos ser argentinos, fieles a nosotros mismos, liberados de toda dependencia material o espiritual que pretenda deformar la autenticidad de nuestro ser. Sabemos que nosotros no podremos resolver la crisis mundial para impo­ner nuestras decisiones, y que la solución será dada por otros, más poderosos. De nuestro error surgirá nuestra perdición como Pueblo y como Nación, así como del acierto de no embanderar­nos con quien será vencido dependerá que sobrevivamos con el máximo de dignidad posible, conservando las posesiones distin­tivas de la República y de la nacionalidad.

El pretender esta liberación actual, y el logro de firmes ga­rantías para el futuro, en igual sentido, significó que se nos derribara del Poder, que el Pueblo compartía como única posi­bilidad de que fuera artífice de su destino y del país. Una fuer­za agresiva aferrada a fantasmas del pasado caduco se ha ense­ñoreado de la Argentina, con todos los flagelos que supone un ejército de ocupación, que ha resucitado de los escombros de la derrota que nosotros le infligimos, y que, presa del terror de saber que nos recuperaremos, trata de confundirnos con sus mentiras o de amilanarnos con su desesperada persecución.

Quisiera escribirle muy largo, pero casi es innecesario por la absoluta coincidencia de opiniones sobre este denso asunto. Conservaré su informe, por el cual lo felicito muy de veras, y me sería muy grato recibir en adelante sus juiciosas opiniones. Con su ponderación, su sagacidad y su patriotismo y la valiosa documentación que posee, puede Usted ser muy útil a la causa de la Patria difundiendo comentarios tan trascendentes e inte­resantes como los que he tenido el placer de leer en "Azul y Blanco", valiente periódico éste, que ha hecho de la causa na­cional su verdadera razón de ser.

Con mis felicitaciones y mi agradecimiento, le hago llegar todo mi afecto en un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.